Entonces dijo Dios: — ¡Que exista la luz! Y la luz existió” (Gén. 1:3 BTI)
Vivimos tan acostumbrados a vivir entre penumbras, que pensamos que ello es la inevitable normalidad dentro de la existencia humana. Sin embargo, el testimonio de las Escrituras confiesa que Dios es luz, que no hay tinieblas en Él, de tal manera que el que vive y es en Dios, Su luz ilumina todas las estancias de su existencia. Ya no le es necesario acudir a luces artificiales, porque la Luz de la vida, por fin, alumbra su camino, posibilitando así la visión de todo el bosque -no solo los árboles- por el que transita. Y así hasta la eternidad.