Escribe Pablo d’Ors en «Biografía del Silencio«:
“Mediante la meditación, se me ha ido revelando el misterio de la unidad.
Por supuesto que a bucear en el océano de la unidad no se llega sin chapotear durante largo tiempo en las charcas de la división. El agua que no corre se estanca, se pudre y huele mal; eso lo sabemos todos. Pero también se pudre y huele mal toda vida que no fluye. Nuestra vida solo es digna de este nombre si fluye, si está en movimiento. Sea por cobardía o por pereza, sin embargo, o incluso por inercia —aunque casi siempre es el miedo lo que mayormente nos paraliza—, todos tendemos a quedarnos quietos y, todavía más, a encastillarnos. Encastillarse no es solo quedarse quieto; es dificultar cualquier movimiento futuro. Buscamos trabajos que nos aseguren, matrimonios que nos aseguren, ideas firmes y claras, partidos conservadores, ritos que nos devuelvan una impresión de continuidad… Buscamos viviendas protegidas, sistemas sanitarios bien cubiertos, inversiones de mínimo riesgo, ir sobre seguro… Y es así como el río de nuestra vida va encontrando obstáculos en su curso, hasta que un día, sin previo aviso, deja de fluir. Vivimos, sí, pero muy a menudo estamos muertos. Nos hemos sobrevivido a nosotros mismos: hay bio-logía, pero no bio-grafía.”