Descubre el Enigma del Amor de Dios
¿Alguna vez te has preguntado qué es realmente el amor de Dios? En nuestra predicación más reciente, Nacho Simal, miembro de nuestra iglesia Betel-Sant Pau, nos ofrece una reflexión profunda y única sobre este tema con el intrigante título: «El amor de Dios es una mandarina». Si piensas que el amor es simple, esta predicación te invitará a reconsiderarlo. ¡No te la puedes perder!
El Amor de Dios es una Mandarina
En nuestra vida cotidiana, a menudo buscamos entender el amor de Dios a través de imágenes y metáforas que nos ayuden a visualizar su profundidad y amplitud. Una de estas metáforas, que puede parecer inusual pero profundamente reveladora, es la de una mandarina. Esta sencilla fruta puede enseñarnos mucho sobre el amor divino y cómo este se manifiesta en nuestras vidas.
El Regalo de Todos los Días
Imaginemos una escena en la que una persona recibe cada día una mandarina de alguien que le quiere. Este gesto, repetido con constancia, lleva a la persona a preguntarse si está esperando la mandarina o la presencia de quien se la ofrece. Esta reflexión nos invita a considerar qué esperamos realmente del amor: ¿es el amor un simple gesto o es la relación y la presencia de quien lo ofrece lo que realmente valoramos?
De manera similar, el amor de Dios puede ser visto como un regalo constante, presente en cada momento de nuestra vida. Así como la mandarina simboliza algo más que un simple obsequio, el amor de Dios es una fuerza que nos invita a examinar nuestras propias expectativas y deseos en nuestras relaciones con los demás y con Dios mismo.
El Amor Divino y su Complejidad
A menudo, entendemos el amor como un sentimiento simple y universal. Sin embargo, el amor de Dios es mucho más complejo y expansivo. La Escritura nos enseña que “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios; y todo el que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” (1 Juan 4:7-8, Reina-Valera 1960). Este versículo nos recuerda que el amor de Dios no es un sentimiento jerárquico, sino la esencia misma de Su ser.
Cuando pensamos en el amor de Dios como una mandarina, vemos que no se trata de un amor clasificado en jerarquías o categorías, sino de un amor que se manifiesta en la apertura y la conexión genuina. Es un amor que no distingue entre tipos de relaciones, sino que se extiende y se expande a través de cada interacción y experiencia.
El amor de Dios debe manifestarse en nuestro trato con los demás.
El verdadero desafío y la belleza del amor de Dios se revelan en nuestra vida comunitaria. Como se expresa en “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso; porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto.” (1 Juan 4:20, Reina-Valera 1960), el amor de Dios debe manifestarse en nuestro trato con los demás.
Este amor no es solo una experiencia interior, sino una realidad vivida a través de nuestras relaciones con los otros. Al amar a nuestros semejantes, reflejamos el amor de Dios en nuestras vidas y en nuestras comunidades. El amor de Dios, como la mandarina, se expande y se multiplica cuando somos auténticos en nuestras relaciones y abiertos a la posibilidad de un amor que no conoce límites.
Conclusión
En resumen, el amor de Dios puede ser comprendido a través de la metáfora de la mandarina, que nos invita a reflexionar sobre nuestras expectativas y nuestra comprensión del amor divino. Este amor no es un simple gesto, sino una experiencia profunda y expansiva que se manifiesta en nuestras relaciones y en nuestra vida comunitaria. Al aceptar y vivir este amor, transformamos nuestras vidas y nuestras comunidades, y nos acercamos a la verdadera esencia del amor de Dios.