Basada en 2ª Juan 5-6, la predicación de nuestra querida Elisabet Ramon, miembro de nuestra Iglesia, nos invita a reflexionar acerca de uno de los mandamientos centrales de la fe cristiana: andar en amor. En este breve, pero profundo pasaje, el apóstol Juan nos recuerda que el amor no es solo una opción o un sentimiento pasajero, sino una obligación espiritual. No es un mandamiento nuevo, sino uno que ha existido desde el principio y que, como cristianos, debemos obedecer con todo el corazón.

El amor es la esencia de Dios

El mensaje de Juan nos lleva a la raíz misma de nuestra fe: Dios es amor. Esta verdad fundamental, que a menudo encontramos escrita en nuestras iglesias, en paredes o sobre los púlpitos, es el fundamento de nuestra relación con Él y con los demás. Si amamos, es porque Dios nos amó primero, y nuestro amor hacia los demás brota de ese amor divino que hemos recibido. Amar a nuestro prójimo es un reflejo del amor que Dios ha derramado en nuestras vidas.

El amor no es opcional, es un mandamiento

Subrayar que este amor no es una recomendación, sino un mandamiento. A veces, podemos caer en la tentación de ver el amor como un sentimiento que podemos elegir dar o retener, dependiendo de las circunstancias o de quién sea el destinatario. Sin embargo, como dice el apóstol Juan, «el que no ama no ha conocido a Dios» (1 Juan 4:8). El amor no es algo que debamos reservar para ciertos momentos o personas; es un deber que hemos recibido desde el principio. Si decimos que amamos a Dios, entonces debemos amar a nuestro prójimo, sin excepciones.

Amar a pesar de las diferencias

En un mundo donde las diferencias culturales, ideológicas o personales a menudo nos separan, el amor de Dios nos llama a superar esas barreras. Este mandato nos desafía a examinar nuestras propias actitudes y comportamientos. Es fácil amar a aquellos que nos caen bien o que piensan como nosotros, pero ¿qué pasa con aquellos que nos molestan o que tienen diferentes puntos de vista? El amor verdadero, según el ejemplo de Jesús, no discrimina. Amar es un acto que trasciende nuestras emociones, es una decisión consciente de obedecer a Dios.

El amor transforma vidas

Una de las historias más impactantes, nos comparte Elisabet fue su experiencia al oficiar una boda donde la mayoría de los asistentes no eran creyentes. Una joven agnóstica se le acercó y le dijo que, aunque no creía en Dios, creía en el amor. Para Elisabet, este fue un recordatorio poderoso de cómo el amor de Dios puede tocar corazones incluso en los lugares más inesperados. El amor transforma vidas, y cuando lo vivimos de manera auténtica, estamos siendo testigos de la gracia de Dios para el mundo.

Obedecer el mandamiento del amor en comunidad

Como comunidad cristiana, estamos llamados a vivir este mandamiento no solo de manera individual, sino colectivamente. Se nos insta a ser un reflejo visible de ese amor en nuestras relaciones diarias, dentro y fuera de la iglesia. Amar a nuestros hermanos en la fe es vital, pero también es crucial extender ese amor a quienes más lo necesitan, ya sea a través del servicio, la ayuda o simplemente la compañía. Este mandamiento nos recuerda que estamos llamados a vivir de una manera que transforme nuestro entorno, haciendo visible el Reino de Dios a través del amor.

En conclusión: Un amor constante y genuino

Oremos por nosotrxs y por lograr dar un amor constante y genuino, que sea obediente a los mandamientos de Dios. Recordandoque amar no es algo que podamos hacer por nuestra propia fuerza, sino que requiere discernimiento espiritual y la ayuda de Dios. Confesemos nuestras faltas y busquemos siempre vivir según la verdad del Evangelio, resistiendo cualquier enseñanza que nos aparte de este camino de amor.

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