Debido a la visión superficial y estereotipada de Jesús puede resultar chocante encontrarlo, según el relato de Marcos, pronunciando una maldición: “Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas… Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.” (Mc. 11: 13-14)
La clave para entenderlo se encuentra en el relato posterior que narra la purificación del templo. Un templo al que califica de “cueva de ladrones”. El lugar para el encuentro con el Dios de la VIDA se ha convertido en justo lo contrario. Y es que aquel árbol, que se revela incapaz de dar fruto, es símbolo del templo y la cosmovisión religiosa que representa, también incapaz de dignificar y humanizar a las personas.
En la conversación que sigue con los discípulos Jesús concluye: “Tened fe en Dios” ((Mc. 11: 22).
El episodio de la higuera seca es un símbolo de la suerte que le esperaba al templo al mismo tiempo que un llamado a la fe y hacer nuestro el proyecto alternativo de humanización y vida que representaba Jesús. La fe cuando es fe de verdad representa una amenaza de muerte para el templo y para todo el sistema político-religioso que representa tome la forma que tome. La religión exige sumisión y convierte a las personas en cosas útiles a sus intereses, Jesús ofrece vida, humanidad y libertad.
Ismael Gramaje