Juan el Bautista, aquel que preparó el camino para Jesús, se encuentra en prisión y envía a sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” (Lucas 7:19). La pregunta refleja la incertidumbre de alguien que, a pesar de haber sido testigo del poder de Dios, enfrenta una crisis de fe.
Jesús no responde con un simple «sí» o «no», sino con hechos: «Díganle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia.» (Lucas 7:22). Jesús muestra que su misión es restaurar, sanar y traer vida a quienes confían en Él. No busca convencer con discursos, sino con la evidencia de su amor y poder. Deja que sus obras hablen por Él. Es un recordatorio poderoso de que Dios opera en nuestras vidas y en el mundo.
La Diferencia entre la Expectativa y la Realidad
A veces, como Juan, esperamos que Dios actúe de cierta manera, pero Él nos sorprende con un plan diferente. Jesús no se presenta como un líder militar o un rey terrenal, sino como un siervo que se acerca a los marginados y pecadores.
El desafío para nosotros es preguntarnos: ¿Estamos abiert@s a reconocer la obra de Dios, aunque no se ajuste a nuestras expectativas? La fe verdadera nos invita a confiar, incluso cuando no entendemos completamente el camino que Dios está trazando para nosotros. La Dicha de No Tropezar en Jesús
Jesús concluye su respuesta con una bienaventuranza: “Dichoso aquel que no tropieza por causa de mí.” (Lucas 7:23,). Es una invitación a confiar en Él, aun cuando su actuar desafíe nuestras ideas preconcebidas.
La verdadera felicidad, según Jesús, no está en buscar figuras carismáticas o líderes que simplemente nos cautiven con palabras grandiosas. La dicha real se encuentra en poner nuestra fe en Cristo y seguirlo con confianza, aunque no siempre comprendamos sus caminos.
Un Llamado a la Reflexión
En una sociedad donde buscamos líderes que nos inspiren, Jesús nos invita a mirar más allá del carisma y a enfocarnos en la verdad del Evangelio. Su mensaje es claro: la mayor bendición no está en seguir personas, sino en seguir a Cristo.
Que esta predicación nos desafíe a preguntarnos: ¿Dónde estamos depositando nuestra confianza? ¿En líderes humanos o en Jesús, el único que realmente transforma y da vida?
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