En muchos temas, de esos que nos encaminan al dolor, dos palabras acuden a mi lengua, “no sé”. Camino envuelto de misterios irresolubles a este lado de la vida. Sin embargo, mi creencia en Jesús de Nazaret me impide (y sí, digo ¡me impide!) pensar que solo contamos con nuestras manos para afrontar la existencia, que, de facto, estamos solos, lanzados a la suerte del devenir de la vida. Creo que Dios, en el Cristo, nos acompaña y actúa, reconduciendo los senderos torcidos que en ocasiones tomamos o, que la misma vida, inexorablemente, nos presenta como la única opción por la que transitar. Sí, para muchas situaciones que vivimos, solo tengo dos palabras que expresan mi ignorancia, “no sé”. Pero lo que sí siento en lo más profundo de mi ser es que Dios está ahí, amándome y abrazándome. No lo puedo explicar. Las palabras son del todo insuficientes. Simplemente puedo decir que lo siento así, y que confío plenamente en Dios, mi-nuestro Salvador.