«Luego subió a la barca con ellos, y el viento cesó. Ellos no salían de su asombro, pues no habían comprendido lo sucedido con los panes y aún tenían la mente embotada» (Mc. 6:51-52 BTI)
Leer es revivir lo leído. Entramos en los textos sagrados, nos concentramos en su lectura y las historias cobran vida, resucitan delante nuestro y tratamos de comprender lo que nos cuentan. Nos asombramos. Pero debemos reconocer que el asombro que esas historias vivas producen en nuestro interior procede, a veces, de nuestra incapacidad para llegar a su significado. Nuestra mente, en ocasiones, está tan embotada como la de los discípulos. Ellos, que vieron, contemplaron y palparon la vida manifestada en la carne de Jesús (1 Jn. 1:1-4).
Por eso solicitamos la ayuda del Señor para que la niebla que rodea los textos se disipe por la acción del Espíritu Santo en su tarea docente para con su pueblo. «Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn. 14:26), dirá el Jesús joánico. Entonces el asombro inicial se trocará en comprensión del sentido de las palabras y las acciones del Mesías. Y la comprensión nos invitará a la acción a favor del mundo nuevo proclamado por Jesús.
Debemos reconocer, con Pablo, que la persona cuyo único horizonte es el propuesto por el mundo-Imperio «es incapaz de captar lo que procede del Espíritu de Dios; lo considera un absurdo y no alcanza a comprenderlo, porque sólo a la luz del Espíritu pueden ser valoradas estas cosas» (1 Cor. 2:14 BTI). De ahí que sólo los que tienen como horizonte la búsqueda del mundo nuevo de Dios y su justicia (Mt. 6:33) son las capacitadas para entrar en el espíritu de las narraciones bíblicas. Y cuando logramos captar el sentido de los textos, la alegría nos inunda, ya que hemos encontrado un tesoro escondido en las Escrituras, y respondemos poniendo nuestras existencias a su servicio. Por ello, con el antiguo salmista proclamamos, «¡Qué dulce a mi paladar es tu palabra, en mi boca es más dulce que la miel!» (Sal. 119:103 BTI).
Soli Deo Gloria
Ignacio Simal