Buscamos seguridad y estabilidad, cuando Dios, a la manera de Abrán y Sara, nos invita a lo contrario

El Señor dijo a Abrán: — Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y dirígete a la tierra que yo te mostraré.” GÉNESIS‬ ‭12:1‬ ‭BTI‬‬

Esta mañana, muy temprano, estaba iniciando la lectura del libro “Considera a las mujeres”, escrito por Debbie Blue*, y al leer el capítulo titulado “Irte de la casa de tus padres: mudarse a lugares nuevos y desconocidos”, quedé absorto en mis pensamientos.

Todo texto, de leerlo con tranquilidad, porta en sí un poder evocador que nos invita a ir más allá de lo escrito. Y ahí me encontraba, dialogando con el texto, viajando a lugares insospechados y despertando en mí interior intuiciones que sin duda nacían de mi personal e intransferible itinerario existencial .

¿Qué pensaba? Pensaba que cristianos y cristianas, como cualquier hija de vecina, constantemente andamos buscando seguridad y estabilidad, cuando Dios, a la manera de Abrán y Sara, nos invita a lo contrario. Nos invita a la inseguridad e inestabilidad del emigrante y peregrino que, de preguntarle a dónde va, no sabe responderte hacia qué norte camina. Solo sabe responderte, “Dios me ha dicho, sal de tu tierra natal, y me ha prometido una tierra, pero no me ha dicho dónde se encuentra”.

Pablo, el apóstol, escribirá, “ahora vemos confusamente, como por medio de un espejo; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco sólo de forma limitada; entonces conoceré del todo, como Dios mismo me conoce” (1 Cor. 13:12 BTI). Intuyo que el “apóstol de los gentiles” está hablando del peregrinar abrahámico, describiendo así nuestro itinerario existencial como cristianos y cristianas. En el ver confusamente, en el conocer de forma parcial, nos encontramos de bruces con lo inseguro e inestable de nuestro saber limitado acerca de Dios. Lo único que sabemos, a través de los destellos de nuestra experiencia de Dios, es que llegará el día en el que “veremos cara a cara”, y “conoceremos del todo”. De momento, no.

De ahí que un servidor huya de construcciones teológicas acabadas, funcionando, de facto, como una estación término. No, en absoluto, no existe tal teología. Solo existe lo que yo denomino “teología del destello”, propia del que se considera un contumaz peregrino abrahámico. Con ello quiero decir que, en nuestro constante caminar, al igual que Abrán y Sara, vamos experimentando destellos de Dios. No son abundantes, pero suficientes para tener la certeza de que vamos en la dirección correcta. De ahí que lo examine todo, y retenga lo bueno (1 Tes. 5:21); y lo bueno, lo que intuyo, es lo que experimento como un destello de Dios. Y esos destellos son como mojones, como hitos, que me indican la dirección en la que debo caminar. Y los encuentro tanto en tierras conocidas, como en tierras desconocidas, e incluso en tierras que podrían ser calificadas como inhóspitas. Y así camino…

Finalizo mi escrito sin finalizarlo (no olvides que sigo siendo peregrino), confesando de nuevo lo que escribí hace un par de años: “Siento el vértigo en mi pecho cuando pienso en […] Dios. Es tan “en parte” lo que sé de Dios, que albergo más ignorancia que conocimiento acerca de él. De ahí que, si alguien me pregunta “qué conozco de Dios”, le diría que solo le conozco en Jesucristo. Y eso me es suficiente para calmar mi sed”. Sí, Jesús de Nazaret, el Mesías, me es suficiente para calmar la sed que mi constante peregrinar provoca. Sigo, seguimos caminando hacia el día en el que veremos cara a cara. ¡Todos, y todas, somos Abrán y Sara!

Ignacio Simal, 20 de marzo de 2020

*Blue, Debbie. Considera a las mujeres. Juanuno1 ediciones, 2020

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