Hubo un tiempo que no existían campañas de evangelización, que no se daba ninguna estrategia o programa evangelizador, y sin embargo -en contra de lo que se pudiera pensar- ¡la iglesia crecía! y lo hacía de una forma asombrosa.
Y es que aquellos primeros cristianos y cristianas -en el poder del Espíritu-, “con su estilo de vida claramente distinto, con sus conversaciones sobre la nueva fe y con su vida comunitaria, los cristianos atraían la atención sobre sí. Los numerosos contactos social de la vida cotidiana se revelaban <<captadores>>. Y en ese tipo de captación participaban prácticamente todos los cristianos, por cuanto que su manera de ser podía hacer que otras personas los escuchasen y se dejaran convencer. En consecuencia surgía el cristianismo doquiera llegaban los cristianos en su condición de marineros, emigrantes, mercaderes, funcionarios, soldados, esclavos o prisioneros de guerra. Así, pues, durante los primeros siglos la misión no fue […] un asunto de predicación, de <<misioneros de oficio>> y de organización, sino más bien la manifestación consecuente y directa de la convivencia de cristianos y no cristianos. La historia de la Iglesia es en este aspecto una historia de misión” ( Brox, Norbert. Historia de la Iglesia Primitiva. Perder, 1986. págs 45-46).
Y, si queréis, esa es la estrategia, ¡donde hay un cristiano, hay un testigo del Evangelio! Un testigo de la fe en Cristo y de la forma comunitaria que toma el Evangelio. No perdamos ninguna oportunidad que se nos presente para hablar del Cristo que sigue transformando vidas, aquí y ahora, donándoles un horizonte que trasciende la propia muerte.
Soli Deo Gloria
Ignacio Simal Camps, pastor de Betel + Sant Pau