En el pueblo de Dios hay lugar para todos

Nuestros prejuicios hacia ciertas personas logra, infelizmente, que optemos por vericuetos de exclusión. ¡Qué diferente práctica lleva a cabo nuestro Dios! Él rompe con convenciones y estereotipos de factura humana para invitar y recibir a todos en el camino del seguimiento de los valores que dieron sentido a la vida de Jesús de Nazaret.

Nuestro Señor sólo pide tres cosas, tal y como apunta el profeta hebreo Miqueas: «Se te ha hecho conocer lo que está bien, lo que el Señor exige de ti, ser mortal: tan sólo respetar el derecho, practicar con amor la misericordia y caminar humildemente con tu Dios» (Miq. 6:8 BTI). A partir de ahí todos somos bienvenidos a la comunidad que anticipa el mundo nuevo de Dios.

Isaias incidirá en una idea similar cuando escribe, «así dice el Señor: Observad lo prescrito, practicad lo que es recto, que mi salvación pronto llegará y mi victoria se va a manifestar» (Isa. 56:1 BTI). El mundo nuevo se manifestará (salvación y victoria de Dios) cuando practiquemos lo recto, y observemos el espíritu de la letra que se respira en cada lugar de las Escrituras.

La Palabra de Dios, a través de Isaias, nos trae buenas noticias. A los eunucos, vistos como personas «malditas» por ser «árboles secos», Dios les concede en su ¡Templo! y en su ¡ciudad! «un apellido memorable, mejor que hijos e hijas; les daré un renombre perpetuo, que nadie podrá destruir» (Isa. 56:5 BTI). Y a los extranjeros, los que no forman parte el pueblo de Israel, «los traerá a su monte santo, tomarán parte en las fiestas celebradas en su casa de oración. Sus holocaustos y sus sacrificios serán bien recibidos en su altar, pues su Templo es casa de oración, así lo llamarán todos los pueblos» (Isa. 56:7 BTI). ¡Ya no más excluidos en el pueblo de Dios! sino todos, absolutamente todos, desde el seguimiento del derecho, el amor, la misericordia en el camino que propone Jesús de Nazaret son bienvenidos entre nosotros. ¡Aleluya!

Es más, nuestro Señor, afirma que en la reunión final de los dispersos del pueblo de Dios, todavía volverá a reunir a otros con los que están ya reunidos (Isa. 56:8 BTI). Y si se me permite la licencia, esas palabras me evocan otras que pronunció Jesús de Nazaret, el buen pastor, cuando dijo, «tengo todavía otras ovejas que no están en este aprisco a las que también debo atraer; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño bajo la guía de un solo pastor» (Jn. 10:16 BTI). ¿No es grande la acción misericordiosa de Dios hacia las gentes que habitan nuestro mundo?

Dios, nuestro Señor, «puede levantar hijos a Abraham aun de las piedras» (Mt. 3:9 RVR1960). Nada es imposible para Dios. Y os recuerdo, y me recuerdo, que «el Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Ped. 3:9 RVR1960). Es hora de que caigamos en la cuenta de que en lugar de orientar nuestras vidas hacia nosotros mismos, y hacia los que consideramos correligionarios y nuestros iguales, la orientemos hacia aquellos que nuestros prejuicios excluyen y que son invitados a la mesa de la comunidad universal del pueblo de Dios.

Soli Deo Gloria

Ignacio Simal, pastor de Betel+Sant Pau

Photo by Tim Marshall on Unsplash

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