Este mes nuestro boletín nos recoge nuestros objetivo como comunidad: querer seguir haciendo realidad el llamado de Jesús, nuestro Señor, Salvador y Maestro a seguirle y ser luz y sal en el mundo (Mateo 5:13-16), a no escondernos ni encerrarnos, sino a ser una comunidad acogedora, que refleja la gracia de Dios y hace realidad el evangelio.
Una gracia que es inclusiva, rompe barreras y construye puentes. En Cristo “ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer” (Gálatas 3:28), porque todos somos uno en Él. Como iglesia protestante, nuestras raíces nos recuerdan que la fe no es estática, sino un camino de transformación constante.
La Reforma nos enseñó, entre otras cosas, a apreciar el poder de transformación de la Palabra y a vivir con fidelidad el mensaje de Jesús en cada generación Este mes que tradicionalmente se enfoca en la Cuaresma, es un buen momento para reflexionar y reafirmar con humildad y convicción nuestra visión comunitaria: ser una iglesia con raíces profundas y con brazos abiertos, transformadora y relevante para quienes la componemos y para quien nos rodea el llamado de Jesús a ser luz y sal en el mundo (Mateo 5:13-16), evitando escondernos y eligiendo ser una comunidad acogedora que refleja la gracia de Dios y vive el evangelio de manera tangible.
Esta gracia, inclusiva y transformadora, rompe barreras y construye puentes, recordándonos que en Cristo “ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer” (Gálatas 3:28), pues todos somos uno en Él.
Como iglesia protestante, nuestras raíces nos inspiran a vivir una fe dinámica y en constante transformación, siguiendo el ejemplo de la Reforma y el poder de la Palabra para cada generación.
En este tiempo de Cuaresma, somos llamados a reflexionar y reafirmar con humildad y convicción nuestra visión comunitaria: ser una iglesia con raíces profundas y brazos abiertos, relevante y transformadora para quienes la forman y para quienes la rodean.
