Habitar en familia, o el hogar de Dios

Dios hace habitar en familia a las personas desamparadas” (Sal. 68:6a)

La soledad hace enfermar a las personas que la sufren. El sentimiento de soledad al que me refiero es un sentimiento de desamparo actual, y de angustia ante la prospectiva que trazamos. La experiencia de soledad y desamparo nos acongoja y cierra las puertas a la esperanza, incapacitándonos para cargar y encargarnos de la vida.

Sin embargo, Dios, desplegando su asombrosa gracia, nos salva, nos hace habitar en familia (Sal. 68:6a). El sentimiento de soledad y desamparo se disuelve en la experiencia de salvación. Somos salvados de nuestro infausto presente y de los posibles nubarrones que en el futuro pudiéramos otear. La enfermedad originada en el desamparo cede. ¡No estamos solos! Nuestra peregrinación al otro mundo posible es en familia, en una parentela compuesta de hermanas y hermanos que están los unos por los otros al cien por cien. Y así, en el hogar de Dios, vivimos seguros hasta la eternidad. ¡Ese es el deseo del Dios de Jesús para cada uno de nosotros!

De forma abrupta suspendo mi escrito preguntándome, “¿será una ensoñación lo que escribo..?” Espero en la gracia de Dios que no sea así.

Selah

¡Tened un bendecido cuarto domingo de adviento!

Ignacio Simal, pastor de Betel + Sant Pau

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Foto: Sasha Freemind en Unsplash

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