La gracia de Dios es el regalo inmerecido que nos transforma, nos sostiene y nos da esperanza cada día. No depende de nuestros méritos, sino del amor infinito de Dios.
Muchas veces, cuando pensamos en la responsabilidad cristiana, podemos sentirnos abrumadas. Amar al prójimo, perdonar, servir con humildad, vivir en santidad… Todo esto parece un desafío enorme. Pero la gran verdad del Evangelio es que Dios no nos deja solas en este camino.
Bonhoeffer nos recuerda que la gracia no es solo un regalo que nos exonera, sino también el poder que nos permite vivir conforme a la voluntad de Dios. No se trata de cargar con un peso imposible, sino de dejarnos sostener por el Señor. Es Él quien nos da el querer y el hacer (Filipenses 2:13), quien nos guía y nos fortalece.
Jesús mismo nos lo dijo: “Mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11:30). La vida cristiana no es un camino de exigencias imposibles, sino un caminar en gracia, donde cada paso es sostenido por el amor de Dios. La responsabilidad que tenemos no es una carga pesada, sino la hermosa oportunidad de vivir en comunión con Él, dejándonos transformar y capacitar por su Espíritu.
Si hoy sientes que no puedes con lo que Dios te pide, recuerda: la gracia no solo te llama, también te da la fuerza para responder. La gracia nos sostiene y nos capacita
