“Para mí es como si no existiera”. Más de una vez, y más de dos, he escuchado esa frase en boca de cristianos. Por alguna razón han tenido alguna desavenencia entre ellos, y ante la incapacidad de reconciliación, dicen el uno del otro, “para mí es como si no existiera”. Y así condenamos a la “muerte” al hermano con el que hemos tenido un conflicto, lo suficiente serio -en nuestra opinión-, como para pronunciar tan graves palabras. Y así, la verdad sea dicha, no podemos vivir, si es que nos confesamos seguidores del Cristo. No en vano se nos enseñó en el Evangelio que es más importante andar el camino hacia la reconciliación, que desandarlo y tomar el camino del cumplimiento de los deberes piadosos y religiosos (Mt. 5:21-24), eludiendo así las enseñanzas del Señor. Ya el Espíritu Santo nos dirá, a través de la pluma de Pablo, que ”en cuanto de vosotros dependa, haced lo posible por vivir en paz con todo el mundo” (Ro. 12:18). Y es que el lema que debiera presidir nuestra existencia ha de ser, sin duda, “gracia y misericordia para con todos”. Amén
-Ignacio Simal