“Tus puertas estarán siempre abiertas, no se cerrarán ni de noche ni de día, para traerte las riquezas de los pueblos, que vendrán guiados por sus reyes.” ISAÍAS 60:11 BTI
“Los sabios, al ver la estrella, se llenaron de alegría. Entraron entonces en la casa, vieron al niño con su madre María y, cayendo de rodillas, lo adoraron. Sacaron luego los tesoros que llevaban consigo y le ofrecieron oro, incienso y mirra.” MATEO 2:10-11 BTI
Si en una noche sin nubes miramos al cielo, veremos multitud de estrellas. A poco que pongamos atención, en cada una de ellas podremos leer el anuncio del nacimiento del Mesías. Ello nos llenará de alegría. Todas ellas son especiales y con capacidad de conducirnos a Belén, a la casa de una familia singular: la formada por María, José y Jesús todavía niño. Sus puertas siempre están abiertas, sea de noche o de día, a fin de que podamos entrar en la casa, doblar nuestras rodillas, adorar al Mesías niño y depositar lo que somos y tenemos a sus pies.
Una vez que hayamos salido de “la casa de las puertas abiertas”, al igual que en cada estrella vimos “la estrella”, en el rostro de la infancia veremos a Jesús de Nazaret, y ante tal visión no podremos por menos que depositar regalos-tesoros a sus pies. Y sin duda, el mejor tesoro que podemos dejar en los zapatos de la infancia es la educación en los valores del otro mundo posible según Jesús de Nazaret. De hacerlos suyos, le abrirán la puerta al mundo nuevo según Dios.
La pasada noche, “noche de reyes”, niños y niñas dejaron junto a la ventana sus zapatos. Los acompañaron de un poco de comida y bebida, a fin de que nosotros, las personas adultas, repongamos fuerzas a fin de dedicarnos a regalarles diariamente un hogar donde puedan crecer lejos de las manos de los “Herodes” de este mundo, y posibilite su forja como mujeres y hombres del otro mundo posible.
Recordemos, en este Día de Reyes, que la gracia del Dios de Jesús lo puede todo.
Sola Gracia. Soli Deo Gloria