¡Somos humanos!

¡Somos humanos!

«τίς ἀσθενεῖ, καὶ οὐκ ἀσθενῶ» – «¿Quién es débil, y yo no…?» (2 Cor. 11:29a)

Seas pastor/pastora o no, es irrelevante, ya que todos pasamos por momentos en lo que nuestra oración expresa nuestros sentimientos más profundos en una suerte de «clamor intenso y lágrimas» (Heb 5:7). Todos participamos de la debilidad que es común al ser humano, seamos pastores o no, seamos creyentes o no lo seamos. Absolutamente todos en algún momento de nuestra vida experimentamos como la debilidad atenaza nuestras existencias.

Ahora bien, no nos gusta presentarnos a los que nos rodean en debilidad, sino como personas fuertes, a los que la vida en ningún momento les sorprende, y todo lo tienen bajo control (aunque no sea en absoluto verdad). De ahí que debamos renunciar a dar una apariencia de «fuertes» y ser tan transparentes como el papel de celofán; no para llamar la atención de nadie, sino para ser auténticamente humanos y presentarnos ante el mundo sin miedo a descubrirnos como tales. Humanos y vulnerables, solo así podremos ejercitarnos en el noble arte de la empatía relacional. Solo así podremos llorar con los que lloran, y si somos nosotros los que derramamos lágrimas, estaremos dando la oportunidad de que alguien nos consuele y enjugue nuestro dolor.

Ahora bien, si enmascaramos nuestros sentimientos y debilidad con teología y versículos bíblicos ¿quién será el que nos pueda acompañar en el camino del dolor, sea este físico o espiritual? Esto tiene mucha relevancia a la hora de saber si una comunidad cristiana es sana y madura. Si una persona, sea quien fuere, no puede mostrarse en su comunidad en toda su vulnerabilidad por miedo a ser juzgado y menospreciado, entonces nos encontramos ante una iglesia enferma, y de la que, sin dudarlo, debemos huir si no queremos morir de inanición emocional. La comunidad cristiana debiera ser el lugar donde, si temores, podemos hacer manifiesta nuestra debilidad, pues a través de ella, paradójicamente mostramos nuestra fortaleza espiritual. Sin vulnerabilidad no hay humanidad. Por eso, por amor al Mesías Jesús, nos alegramos en nuestras debilidades, porque cuando somos débiles, entonces somos fuertes (2 Cor. 12:10).

¡Sigamos a Jesús también en su vulnerabilidad!

Soli Deo Gloria

Ignacio Simal

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