«¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: no; antes si no os arrepentís , todos pereceréis igualmente» (Lc. 13:1-5)
Todos somos culpables de alimentar este sistema injusto. Ese es el gran dictamen que aparece de tapa a tapa de las Escrituras. Un dictamen que no gusta, que no agrada, ya que todos y todas buscamos justificaciones que desculpabilicen nuestra pasividad ante los desmanes que oímos y vemos a diario. Si el prójimo padece en todo su rigor despiadado, cantamos con Christine Rosenvinge, «alguien tendrá la culpa» y, evidentemente, nosotros no.
Jesús de Nazaret, ante la realidad que nos envuelve, nos propone un nuevo «éxodo». «Éxodo» que se inicia con el arrepentimiento de nuestra pasividad y resignación ante lo que nosotros y/o nuestros prójimos padecemos. El arrepentimiento consiste en reconocer nuestra responsabilidad con lo que sucede, dar la espalda al sistema y organizarse en comunidades alternativas al modelo social que nos hemos dejado imponer. Para ello, necesitamos desvestirnos de nuestra cobardía, y vestirnos de valentía para resistir los cantos de sirena que oímos fuera y dentro de nosotros. Para ello necesitamos «nacer de nuevo», dejarnos arrastrar por el Espíritu del Dios de Jesús, y atender a esa Luz que nos alumbra y que se hizo carne en el Mesías.
Los «apocalipisis» son evitables, al igual que fue evitable el apocalipsis anunciado por el profeta Jonas sobre la ciudad de Ninive. Solo hay que reconocer nuestra responsabilidad, dar la espalda al sistema y construir, en la fuerza del Espíritu eterno, comunidades alternativas al Imperio. Dicho en breve, y reiterando lo ya escrito, ¡necesitamos «nacer de nuevo»!
Soli Deo Gloria
Ignacio Simal, pastor